

Paolo Sorrentino
David Lang
Luca Bigazzi
Coproducción Italia-Suiza-Francia-Reino Unido; Indigo Film / Medusa Film / C-Films / Bis Films / Pathé / Number 9 Films
Resulta
indudable la profunda influencia que ha tenido el cine de Federico
Fellini en las dos últimas obras de Paolo Sorrentino, que no sólo
se deja impregnar por esa visión tan personal del excelente director
italiano, sino que además continúa o adapta libremente sus obras
más destacadas. Con La
gran belleza,
Sorrentino tenía presente en todo momento La
dolce vita,
puntualizando que la enorme criatura marina varada en la playa, con
la que concluye la cinta protagonizada por Marcello Mastroianni, aún
sigue descomponiéndose en la arena, y su presencia no deja de
dominar Italia, esta vez la de Berlusconi. Aquella burguesía
hedonista y nihilista que presentaba Fellini no ha muerto, aunque él
mismo vaticinó su decadencia, sino que sigue perpetuándose, y al
igual que Marcello Rubini, Jep Gambardella ha cobrado conciencia de
esta forma de vida basada en el esperpento, los excesos y la
falsedad, y se plantea si realmente quiere romper con todo esto y
perseguir su verdadero sueño o si prefiere dejarse llevar por la
masa. En La
juventud,
Sorrentino firma su particular
visión de 8½,
aunque sólo toma la idea básica para terminar abordando aquellos
temas que le interesan a él personalmente.

Dos
viejos amigos ya ancianos pasan unas vacaciones en un hotel de los
Alpes. Uno de ellos es Fred Ballinger, un prestigioso director de
orquesta que echa en falta a su mujer y al que están tratando de
convencer para que dirija un concierto de sus obras más
representativas para la Reina de Inglaterra, y el otro es Mick Boyle,
un director de cine que trata, sin éxito, de terminar el guión de
la que será su última película. Ambos echarán la mirada atrás y
recapacitarán acerca de todo lo que han vivido, de aquellas
oportunidades que han perdido y de los errores que han cometido, y de
lo que aún les queda por terminar ahora que parece que el final se
acerca. Efectivamente, la idea del retiro a un hotel, o balneario, de
un artista, o dos, para poder reflexionar acerca del rumbo que está
tomando su vida, y cuyos problemas son un reflejo directo de aquellos
que corroen a su director, está extraído directamente de 8½.
La obra maestra de Fellini es una de las películas más personales
que jamás se hayan realizado en la historia del cine; en ella
realizaba una confesión pública de sus inseguridades e
infidelidades, y prácticamente un examen psicológico, exponiéndose
al completo en un ejercicio de expiación. Cabe pensar que, de la
misma forma, en La
juventud
su director esté hablando sobre sí mismo.
Sorrentino
tiene un pulso excelente tras la cámara, resulta hipnótico y logra
arrastrar al espectador por su narración sin perder su interés en
ningún momento, consiguiendo mezclar pinceladas que rozan el
realismo mágico con otras muy humanas y emotivas. En La
juventud
despliega todos sus recursos y alcanza momentos realmente hermosos,
tanto a nivel visual como argumental, con imágenes tan
sobresalientes y evocadoras como el momento en el que Mick se
encuentra con todas las actrices a las que lanzó a la fama, y
escenas tan enternecedoras como algunos de los diálogos que
mantienen sus dos protagonistas. Sin embargo, y esto es algo que
ocurre en muchas de las obras del director italiano, existe una pugna
constante entre la pretensión vacua y la genialidad sobresaliente,
lo que, como ya decía Francis Ford Coppola en el mítico documental
Hearts
of Darkness: A Filmaker's Apocalypse,
se trata de un debate que se da en todo director que desea realizar
una gran obra: si todo sale bien creará una excelente película,
pero de lo contrario se caerá con todo el equipo. No es esto
exactamente lo que le ocurre a Sorrentino en La
juventud,
pero sí que incurre en varias ocasiones en errores que lastran al
conjunto sin llegar a destruirlo, y que se podrían tachar de
pretenciosos.

Aquí
cualquier personaje puede ser todo un filósofo y marcarse una
compleja reflexión en cualquier momento, y así varios de los
diálogos que se desarrollan en esta película resultan demasiado
pomposos, arrogantes y con ínfulas de ser muy profundos; algunos
funcionan pero otros no, llegando a rozar el ridículo. Lo que en La
gran belleza
Sorrentino parecía dominar a la perfección, en esta película llega
a ser forzado y artificial, como si se tratase de pura fachada sin la
suficiente sustancia como para alcanzar los niveles en los que se
está moviendo. De esta forma, el conjunto resulta bastante
irregular, conviviendo tramos excelentes con otros bastante
deficientes, aunque, a la hora de hacer un balance final, la fuerza
visual y las emotivas escenas que consigue le ganan el pulso a los
fallos.
totalmente de acuerdo con todo, en especial con el último párrafo!!
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